19 de noviembre de 2009

El valor del cemento

Los bancos rebajan los precios de las viviendas en más de un 30%. Este es uno de los resultados de la crisis económica. O eso piensan y manifiestan muchos economistas. Es una causa razonable, pero creo que en estos momentos cabe preguntarse cómo hemos llegado a esta situación. Durante los últimos años hemos asistido a un fenómeno que nos otorgaba el título de “pudientes” por el hecho de tener una casa. Se consideraba una inversión porque pasado algún tiempo podías revenderla para obtener el doble del precio inicial. Esta teoría hizo que las empresas promotoras y constructoras, además de los bancos, se frotaran las manos ante la imparable especulación urbanística que respondía a la demanda ciudadana. Era lógico pensar que, si la gente pagaba 500 mil euros por un piso de 60 metros cuadrados, por qué no se iban a construir más viviendas y subir su precio igual que sube el nivel de vida de los españoles. Un razonamiento, llevado al extremo, que nos ha conducido al desplome del sistema. Hemos conocido que el Banco de España obliga a los bancos y cajas de ahorro a pagar por cada inmueble que haya aceptado como pago de un embargo y que no consiga colocar en los siguientes doce meses. Una medida que aprieta las cuerdas del sistema bancario y hace posible encontrar verdaderas “gangas” en el mercado inmobiliario. Pero, ¿por qué un conjunto de ladrillos, hierros y cemento tiene un valor tan volátil? ¿Por qué los bancos y empresas de construcción han tenido tanto poder para manejar el precio de un bien que se considera un derecho según la Constitución? Desde luego hay que hacer un análisis del sistema financiero actual, que no es el peor pero tampoco el mejor. Aunque creo que un examen de conciencia apropiado en estos momentos es preguntarnos, cada ciudadano, cómo hemos caído en la trampa. ¿Puede ser por avaricia? En este caso, hay que reconocer que no hemos tenido el comportamiento más adecuado y hemos dejado que se explotara un sector de la producción muy corrosivo y que tenía los días contados. Habrá que sentarse a pensar de qué va a subsistir este país cuando pase la tormenta de la crisis. Según el gobierno, ya queda menos.